Desde Bagán al Lago Inle


A ver como me las arreglo yo para contarte en un sólo artículo mis experiencias en los dos más interesantes destinos naturales que alberga Myanmar. Tendré que hacerlo, no queda otra… el tiempo se agota y no puedo pasar por alto ninguno de los dos, asi que allá voy, sin prisa pero sin pausa comienzo mi relato con el que volveré a viajar (esta vez a tu lado), desde Bagán hasta el Lago Inle.


Describir Bagán es algo realmente dificil o al menos lo es para mí. Bagán es algo que hay que vivir y disfrutar “in situ”, sentarse en lo alto de uno de sus templos y observar lo que te rodea, observar hacia cualquier dirección, en la corta y en la larga distancia, da igual… hasta donde llegue tu visión seguirás viendo más y más templos.

En este caso veo muy apropiado utiliza la misma descripción sobre Bagán que leí en mi guía y que para mí fue muy acertada y contundente antes de llegar allí, por lo que supongo que para ti lo será también. “Imagina una planicie del tamaño aproximado de la isla de Manhattan, ahora sitúa en esa planicie todas las catedrales que hay en Europa y añade unas cuantas más de algún otro continente. El resultado sería bastante parecido al espectáculo insuperable que ofrece Bagán”




Esto que se dice y se escribe muy fácil, una vez que estás allí te das cuenta de que aquello que te rodea y que se construyó en poco más de 200 años (del 1000 al 1240 aprox.), es algo sencillamente impresionante. En un principio la planicie de Bagán contaba con 4000 templos budistas de diferentes formas y tamaños. A día de hoy todavía se conservan unos 2600, que podrían ser muchos más de no ser por el terremoto que azotó la zona en el año 1975.


En Bagán pasé cuatro días muy pero que muy a gusto. Sin duda se trata de uno de los lugares en los que me hubiera quedado bastantes más días de haber tenido tiempo para ello. Me alquilé una bici para moverme por el pequeño pueblo y también para visitar los templos a mi aire, cuyo comienzo se encuentra a unos 5 kilómetros.

En esta zona se puede encontrar una muy rica y variada comida local en cualquiera de los restaurantes familiares que están dispersos en el pueblecito. Nunca olvidaré la sobremesa que tuve en un restaurante regentado por una familia compuesta por un matrimonio, sus siete hijas y un único hijo, el más pequeño (pobrecito él…). Después de comer me pedí un café y empecé a charlar con dos de las hermanas, que terminaron enseñándome el álbum de fotos familiar con los momentos estelares, que si la graduación de la mayor, el cumpleaños del pequeño, boda de la tercera… allí estaba todo en un pequeño y destartalado álbum que me recordaba a la caja con fotografías antiguas que siempre ha merodeado por mi casa y donde se pueden encontrar fotos desordenadas de muchos diferentes momentos. Me encanta abrir esa caja de vez en cuando.

Anda que tenía yo alguna queja...

Perdona, que ya me iba por las nubes… el caso es que Bagán es una auténtica pasada, a mi modo de ver mucho más espectacular que los mucho más famosos templos de Angkor, no es que estos últimos sean poco impresionantes, de hecho los templos son muchos más grandes y trabajados que los de Bagán, pero es muy difícil apreciar la grandiosidad del conjunto de la manera que se puede hacer en Bagán, donde las vistas desde lo alto y los atardeceres son realmente impactantes.






 

En Bagán estuve a punto de salir en las noticias, ya que un tifón con epicentro en China llegó hasta allí una noche con sus lluvias torrenciales y sus vientos que arrancaron un buen número de árboles y tejados, pero la cosa no pasó a mayores y un servidor parece que seguirá dando guerra unos añitos más…

Y de Bagán me fui a Kalew, en uno de esos míticos viajes en autobús típicos de Myanmar, que se sabe cuando comienzan (este en concreto a las 3 de la madrugada, maldigo al ingeniero que se le ocurrió semejante horario…), pero que nunca se sabe cuando van a terminar. Durante el trayecto nuestro viejecito autobús sufrió una avería más seria de lo habitual y estuvimos parados dos horas mientras los “técnicos” arreglaban la avería.

Técnicos supervisando la avería.

Técnico menos afortunado sobre el terreno...


Llegué a Kalew con la idea de recorrer a pie la distancia de 60 kilómetros que separan esta localidad del Lago Inle. Si, si… 60 kilómetros que me metí para el cuerpo en 3 días de trekking a una media de 20 kilometritos al día. 

Afortunadamente el trayecto no era excesivamente duro al no tener muchas ascensiones, pero el barro producido por las últimas lluvias hacían el terreno muy resbaladizo y pesado, además que… que joder… 60 kilómetros son 60 kilómetros!!El trekking una vez más, como todos los que he hecho en este viaje, estuvo bien bonito. 

En esta ocasión estuve acompañado por una pareja de alemanes y un escocés que me lo tenía que repetir todos tres veces, porque era incapaz de entenderle una palabra, no se quien de los dos terminó más cansado de nuestras conversaciones, jaja…




Disfrutamos mucho de la caminata y de los muy diferentes entornos que ibamos encontrando en el camino. El tiempo nos fue favorable una vez más, ya que ni llovió ni hizo un sol de castigo que hubiese convertido la aventura en algo mucho más sofocante.

En Myanmar también se celebra San Fermín...



Jugándome la vida sobre este caudaloso río...




De las dos noches que pasamos en el camino, una dormimos en una casita de una diminuta aldea y la otra en un monasterio budista habitado por monjes novicios. Los dos lugares me gustaron mucho, pero este último sin duda se llevaba la palma. El monasterio se encuentra en un sitio muy recóndito, a muchas horas andando de la carretera más cercana. Allí tuvimos la oportunidad por unas horas de ver el día a día de los pequeños monjes, que entre otras rutinas, tienen la de ponerse a rezar a las 5 de la madrugada, a grito pelao… angelitos míos, que voz tan angelical y como penetra en el oído cuando estás en lo más profundo de tu sueño.


Llegar al Lago Inle andando es una importante recompensa para los maltrechos pies. Desde lo alto de la colina se divisa por primera vez el lago y uno ya se da cuenta de que está a punto de llegar a un lugar muy especial.

Primera visión del Lago Inle


Lo primero que me llamó mucho la atención sin poder evitarlo, fue el cielo tan increíble que hay en esta zona. El primer día pensé que el cielo estaba muy bonito con su intenso azul salpicado por muchas nubes de diferentes formas, pero resultó que los cuatro días que pasé allí, el cielo estuvo igual de bonito.








En el Lago Inle son muy famosos los pescadores que siguen usando ancestrales métodos de pesca para conseguir sus capturas y que además reman con las piernas. Es algo realmente curioso de ver y como no podía ser menos, aquí te grabé este video para que eches un vistazo.






El lago es realmente grande, se tarda aproximadamente una hora en cruzarlo de norte a sur. Lo más bonito son los pueblos flotantes que en el se encuentran. Me llamaba mucho la atención pasear en barca por estos “barrios flotantes”, donde la gente aparca sus barcas en la puerta de las casas al igual que hacemos nosotros con nuestros coches.


La gente salía a saludarnos desde la ventana, lo que me recordó mucho al paseo en bote por los canales de Banjarmasín, aunque evidentemente la belleza de este paraje es infinitamente superior a aquel.

Aquí, al igual que en todo Myanmar, la electricidad va y viene como las gatas en celo… Sencillamente se corta “plas” en un momento todo se queda a oscuras, por lo que cenar a veces se puede prolongar de manera indefinida, mientras que los pobres camareros no paran de pedirte perdón una y otra vez, como si ellos tuvieran algo de culpa. ¡¡¡Los hijos de la chingada de sus dirigentes son los que tienen la culpa!!! ( lo siento, pero a veces no puedo evitarlo)

Y fué aqui, en el Lago Inle pasé mis últimos días en Myanmar y aunque nunca he hablado de los sitios en los que me hospedo, en esta ocasión quiero hacerlo y dejarlo aquí por escrito para que todo el mundo lo lea y además me atrevo a sugerir a todo el mundo que visite el Lago Inle , que se hospede en el Queen In Guesthouse, ya que no es sólo el mejor sitio en el que me he hospedado en Myanmar, sino posiblemente el mejor de todo mi viaje por el sudeste asiático, excelente trato, insuperable comida, limpísimo y muchos detalles que la dueña tiene con los huéspedes y que te hacen sentir realmente como en casa.

Me marcho de Myanmar dando gracias por la suerte que he tenido de visitar este país, que a punto estuve de no hacerlo y me hubiera perdido algo sencillamente magnífico. No se si te lo había dicho ya, pero por si acaso te lo repito, LOS CIUDADANOS DE MYANMAR SON INCREIBLES, PERSONAS NOBLES, SIMPATICAS, SERVICIALES Y AMABLES QUE TE HARÁN SACAR LO MEJOR DE TI A BASE DE OFRECERTE LO MEJOR DE ELLOS…

Y para los opresores que no dejan al pueblo birmano libertad para decidir por su futuro, sólo tengo un último mensaje que mandarles:

Mensajes Originales 2010:

silvia
Noviembre 15, 2010

JA,JA ME ENCANTA EL MENSAJE DEL FINAL ,,,,MUY PROPIO.

Bueno creo yo que este será uno de los últimos post…que en cero coma vuelves a la civilización…bueno si es que esto que tenemos aquí se puede llamar así.

Un beso , nos vemos el sábado.

Manu
Noviembre 19, 2010

Hola Jesús:

Soy Manu, el bilbaino con el que te ibas cruzando como con una aparición por Mandalay, Bagan o el Lago Inle. Hace apenas una semana que llegué a casa desde la isla tailandesa de Koh Chang.
He repasado tu blog, sección Myanmar y no veas como azuza la nostalgia de ese país tan increíble. Los viajes interminables de bus, esos “camiosaurios” supervivientes de otra era, los apagones, la grandeza de Bagan,…y sobre todo la nobleza de los birmanos. Un tópico repetido siempre que lees sobre Myanmar, pero absolutamente cierto. Es el país donde más he conectado con la gente. Es difícil olvidar momentos como los pasados con esa acogedora familia del restaurante vegetariano de Old Bagan.

Ya exploraré tu blog por el resto de países. Está muy bien, sobre todo las fotos. Me parece que con tu permiso alguna la incluiré en mi album porque las mías son un desastre.

Bueno, espero que no tengas un aterrizaje muy duro de vuelta a la rutina y disfrutes de otros viajes.
Un saludo, Manu.

 

 

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