Phnom Peng y los recuerdos de la barbarie
Una de las cosas que más estoy disfrutando en este viaje es el hecho de viajar sin una preparación previa. Sucede que normalmente decido los lugares que voy a visitar tan sólo unos días antes de hacerlo y mientras voy en el autobús de camino a esos lugares, suelo abrir mi guía para obtener alguna información y sacar ideas de lo que puedo hacer allí.
De esta manera uno se lleva sorpresas casi constantes, algunas más agradables que otras. Phnom Penh, la capital de Camboya ha ascendido directamente al puesto número 1 de las sorpresas agradables que he encontrado hasta ahora. He de confesar sin ningún temor al reproche, que mi ignorancia sobre esta ciudad era absoluta, es más nunca había oído hablar de ella y descubrí que era la capital de Camboya hace sólo un par de semanas.
Phnom Penh es una ciudad de un tamaño considerable que cuenta con un millón y medio de habitantes. Mi primera impresión fue la de una ciudad típica asiática, caótica, llena de motos, tuctucs, bicicletas, carritos y peatones que recorren como hormiguitas sus ajetreadas calles, pero no tardé mucho en descubrir otras zonas mucho más relajadas, con bonitos paseos a lo largo del río Mekong o grandes plazas peatonales en las que tomar una cerveza junto a alguna delicatesen como tarántula o saltamontes…
La gente está llena de vida en Phnom Pen, la ciudad entera rezuma vida. En ese momento, no supe entender las razones de tanta vitalidad, pero con la información que fui obteniendo tras el paso de los días, aquellas desmesuradas ganas de vivir, eran perfectamente entendibles...
Durante el día el calor es asfixiante y hay que estar preparado para sudar la gota gorda, pero a primera hora de la tarde el mercurio baja consideradamente y para la caída del sol la temperatura ya es ideal.
Ese es el momento elegido por la gente para acercarse a los paseos y practicar su hobbie preferido, el “street dancing” (vamos, el nombre me lo acabo de inventar yo, pero no se puede llamar muy diferente…). Es muy divertido ver como multitud de grupos se forman a lo largo del paseo y empiezan a bailar coreografías súper graciosas con la música a todo trapo. Allí no hay distinciones de edades ni sexos, hombres y mujeres desde niños hasta abueletes se ponen a bailar y se lo pasan pipa.
No obstante, los contrastes son importantes, no sólo en Phnom Peng, sino en Camboya en general. Aunque se ven casas impresionantes y coches muy caros, también hay muchísima mendicidad, sobre todo ejercida por niños, tratando de vender libros, pulseras o simplemente pidiendo dinero. Esto sucede casi constantemente cuando estás sentado en una terraza comiendo o cenando y se te acercan los niños a pedir y claro… la consecuencia es que después de unas cuantas veces se te quita el hambre…
Pero Phnom Peng esconde muchísimo dolor y sufrimiento, el que tuvo lugar entre sus calles hace apenas tres décadas. No me queda más remedio que ponerte un poco en antecedentes para que comprendas la barbarie que aquí se vivió.
Camboya obtuvo la independencia como protectorado francés en el año 1953. En la década de los 60, Phnom Peng era una ciudad modélica, envidiada por la gran mayoría de ciudades asiáticas. La neutralidad política de Camboya mantenía al país alejado de los conflictos en que los países vecinos estaban envueltos en aquellos tiempos.
Lamentablemente a finales de los 60, la suerte empezó a cambiar para Camboya. Los vietnamitas, durante la guerra con EEUU empezaron a colarse en el norte del país para esconder armamento y establecer bases fuera de sus fronteras con las que sorprender a los americanos.
Sin comerlo ni beberlo Camboya se vio inmersa de repente en la guerra de Vietnam. Los americanos, que una vez más se hacen fácilmente de querer, decidieron que para acabar con las fuerzas del Vietcong activas en Camboya, lo mejor era tirar unas cuantas bombas. Lo que ocurrió, es que cuando se quisieron dar cuenta se les había ido la mano y dejaron caer casi sin darse cuenta más de 2 millones de bombas, muchas de las cuales no explotaron y siguen semiocultas preparadas para detonar bajo la presión de la pisada de un niño o un campesino.
Los americanos dicen que ya les da pereza venir a buscarlas y que además vale muchísimo dinero que prefieren emplear en cosas más importantes, asi que recomiendan a los camboyanos que sean pacientes y que ya con el tiempo irán desapareciendo. Y la verdad es que ahí han dado en el clavo los tíos, cada año unas 500 personas mueren en Camboya a causa de las minas enterradas, que lógicamente después de explotar, ya dejan de ser un problema…
Como el bombardeo sólo resultó efectivo en parte, los americanos junto con sus aliados del sur de Vietnam, decidieron entrar en Camboya por tierra para expulsar a las fuerzas del Vietcong, pero fracasaron en poco tiempo y el caos que allí dejaron fue aprovechado por un grupo de locos que se autodenominaron Khmer Rojo y encabezados por Pol Pot, el más loco de todos ellos, iniciaron una guerra civil hasta hacerse con el control de Camboya en 1975.
La que liaron fue parda… Decidieron que ese año sería el año 0 para Camboya, abolieron el dinero, cerraron todas las fronteras y las ciudades fueron abandonadas. Su idea era crear un nuevo país bajo un severo sistema comunista. Todos los eruditos empezaron a ser condenados a trabajos forzosos, interrogados, torturados y finalmente asesinados.
Todo el que tuviera un puesto cualificado, ya fuera profesor, doctor, abogado o por el simple hecho de hablar un idioma extranjero sería erradicado inmediatamente, ya que eran considerados como potencialmente peligrosos y podían crear problemas al régimen.
Después fue el turno de los que opusieron cualquier tipo de resistencia por pequeña que fuera y después cualquiera que considerasen no merecía vivir… De los siete millones de habitantes que tenía Camboya en aquella época, cerca de dos millones perdieron la vida de manos del Khmer Rojo entre los años 1975 y 1979.
En Phnom Peng establecieron su centro de operaciones y eligieron un Instituto de educación secundaria para emplearlo como prisión. Allí interrogaron, torturaron y mataron a 17000 personas. La trágicamente conocida prisión estatal S21.
Mi visita a este "instituto", se me quedó marcada, como una de las experiencias más duras e impactantes que he experimentado en mi vida. Hoy en día la prisión se mantiene exactamente igual que el día que los asesinos la abandonaron, las mismas camas de metal donde ataban y torturaban durante semanas, los aparatos de tortura, las imágenes que tomaban de todos los prisioneros… todo permanece allí.
Mientras recorría los pasillos de la S21 trataba de imaginar el sufrimiento que allí se padeció y en realidad no tenía mucho que imaginar, porque también se exhiben algunas fotografías de prisioneros mientras eran torturados, pero esas mejor te las voy a ahorrar, porque yo las vi y todavía hoy no puedo quitármelas de la cabeza.
Si Phnom Peng ya me agradaba como ciudad antes de visitar la prisión S21 y ver un documental sobre la brutalidad vivida en ella durante aquellos cuatro años, después de hacerlo mi buena impresión aumentó todavía mucho más.
Mientras recorría las calles y miraba a la gente bailando, jugando, paseando y tratando de ganarse la vida como pueden, no podía parar de pensar que las personas de mi edad que por allí veía, vivieron la brutalidad cuando eran unos niños, tan solo tres décadas atrás. La mayoría de ellos perdieron a sus padres o familiares durante el genocidio y a pesar de ello, están luchando por sacar Camboya adelante y lo hacen con la eterna sonrisa y amabilidad que les caracteriza.
Y así terminaron mis cuatro días en Phnom Peng. Ahora ya se que esta ciudad existe y que además es la capital de Camboya y que sus habitantes deben estar orgullosos de lo que han conseguido en menos de 30 años. Me marcho de aquí con sabor agridulce por los contrastes que esta ciudad ofrece, pero confiado en que poquito a poco irán cada vez a mejor.
Comentarios Originales 2010:
Paco
Septiembre 13, 2010
Como siempre muy chulas las fotos y el relato
Un abrazo!!!!
Silvia
Septiembre 14, 2010
Madre mia , yo que creia que el único burro de este mundo era Hitler y resulta que hay un montón de burros , ! que pena!, pero parece que toda esta gente que pasa por tanto sufrimiento tiene una capacidad absoluta de recuperación. En fin , un interesante relato.
Que divertido lo de ponerse a bailar por la calles.
Bueno ya no te queda nada para entrar en Vietnam.
Besitos.
Pili
Septiembre 14, 2010
Joer Jesús,me tienes los pelos de punta. Sin duda este es el escrito
tuyo que más me ha fascinado y el que más me ha llegado.
Son cosas muy duras las que cuentas, que recuerdan muchisimo al exterminio nazi. Y que no ha tenido tanta repercusión como él, pero que ha existido igual.
Muy fuerte estos temas.
Cuándo acabarán las guerras en todas partes de una vez!!!!!!!!!
Bueno, que me sale mi vena pacifista y me pongo furiosa.
Mejor dejarlo aqui y que sigas disfrutando de tu viaje por Asia.
Maria
Septiembre 14, 2010
Menos mal que no has puesto las fotos chungas porque si no me caigo de la silla.., pero vamos una vez más me ha encantado tu relato… me ha tenido pegada a la silla sin parpadear.. jajjaja
Muchos besitos…, venga a por el siguiente…
Rosa
Septiembre 14, 2010
Que bonito Camboya y que pena todo lo que allí ocurrió, yo no se si podría ir me moriría de pena disfruta todo lo que puedas ya nos contaras en Vietnam que tal, Besos.
Belén
Septiembre 14, 2010
Un relato de lo más escofriante y de los que llega.
Una vez más, nos das una lección de historia, gracias Jesús.
Un besote
por cierto: fotitos de comidaaaaaaaaaa, gracias.
Raquel
Septiembre 15, 2010
Muy fuerte lo que cuentas en este post… me deja un poco encogida, pero es la triste realidad. Nada q decir sobre los americanos (nada bueno, quiero decir).
Muy buen documento, y muy buenas fotos.
Seguimos en camino…
Leonardo
Septiembre 16, 2010
Ey! Camboya tiene que ser un país precioso!, pero la mayoría de los países de la zona, por una cosa o por otra, han sufrido bastante.
Con respecto a los gmeres rojos, para cuando vuelvas, hay una película que lo ilustra bastante bien, se titula los Gritos del Silencio, es de los años 70, aunque para verla, mejor escoger el momento, no es muy agradable.
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