Fenghuang, la joya que tanto me costó encontrar...
Como sabes, mi último destino había sido Yangshuo y llegar desde allí hasta Fenghuang, suponía cubrir una distancia de unos 600 kms, cifra esta, que en casi cualquier país del "primer mundo" con unas infraestructuras medianamente modernas, puede suponer un rato de nada, pero en esta parte de China y en el autobús en el que viajaba, se convirtió en una auténtica gincana, con noche de por medio y que parecía no terminar nunca...
Sin embargo, y aunque en aquel momento todavía no lo sabía, estaba a punto de descubrir uno de los lugares más increíbles en los que he estado nunca.
Describirte Fenghuang creo que me va a resultar relativamente sencillo, ayudado por las muchas fotografías que aparecerán en este post. Y es que estar en este lugar y no volverse loco a fotografiar, sería un error imperdonable...
Otra cosa muy distinta, es que sea capaz de transmitirte las sensaciones tan maravillosas que tuve durante los dos días con sus respectivas noches que pasé en Fenghuang.
Podría empezar diciendo, que quizás se juntaron una serie de circunstancias que hicieron que mi visita a este pequeño pueblo, significara no sólo mi mejor experiencia hasta la fecha en China, sino también el descubrimiento de uno de los lugares más mágicos en los que he estado jamás.
El hecho de venir de unas semanas previas algo "insipidas", de no estar muy convencido de que fuese un lugar que mereciese la pena visitar, lo mucho que me costó llegar hasta allí y la enorme sorpresa que me llevé al llegar, formaron un cocktail explosivo para mis sentidos, que no tengo dudas, quedará grabado en mi memoria para siempre.
Es justo también decir, que la sensación según llegas a Fenghuang, no es tan espectacular nada más llegar. De hecho, al principio tuve la sensación que me había vuelto a equivocar, ya que tras el viaje eterno y algo accidentado, el autobús te deja en una desvencijada estación en la parte alta del pueblo, que no es ni mucho menos tan encantador como la parte inferior, que queda más cercana al río.
Empecé a andar, sin un rumbo demasiado fijo, como me sucede muchas veces... y con la necesidad imperiosa de encontrar un alojamiento para darme una ducha y espabilarme tras las muchas horas de autobús.
Sin embargo, poco tiempo después empecé a ser consciente del lugar tan precioso al que acababa de llegar, de su mística, de sus calles empedradas, de sus edificios, muchos de ellos con aspecto ruinoso, de su mágico río que se fundía con la ligera neblina que me acompañó durante mi estancia.
Es evidente que el mayor atractivo de Genghuang es su río, las orillas del mismo y esas casas que podrían ser milenarias y que milagrosamente se mantienen en pié, a pesar de dar toda la impresión de que van a colapsar de un momento a otro.
No obstante, otro de los momentos que disfrutaba enormemente, era pasear por sus calles según iba cayendo la tarde. Un aire de melancolía, un rincón fotográfico tras otro y una tranquilidad que añoraba encontrar hace ya tiempo.
Comentarios
Publicar un comentario